¿Importa más la forma o el contenido?
El aprendizaje de un idioma es de los procesos más complejos que existen. Se puede desarrollar de cientos de formas distintas, atendiendo a aspectos muy diferentes y mediante los recursos y las vías más variadas. No hay una sola forma de aprender y mejorar nuestro nivel lingüístico, y por eso es tan difícil saber reconocer cuál es la ideal para nosotros.
Existen muchos métodos de enseñanza, desde los que apuestan por la memorización de conceptos hasta los que incluso aseguran que se puede aprender inglés escuchando podcasts sin parar. También varían los contenidos del aprendizaje, ya que mientras algunos inciden en la importancia de la gramática y la sintaxis, otros hacen hincapié en cuestiones como el vocabulario y las expresiones clave.
Elegir la formación que más se adecua a nuestras necesidades parece una tarea casi imposible: ¿cómo decidirse por uno de tantos métodos que se presentan como el más eficaz? ¿qué tipo de programas me interesan más si lo que quiero es poder manejarme con el idioma en un contexto muy específico? ¿Y qué es lo que debe primar?
Es posible que no haya una única respuesta a estas preguntas. La clave de una buena formación de idiomas es precisamente la adecuación tanto de su metodología como de sus contenidos a las necesidades específicas de los alumnos. Y es que el inglés que debe aprender un profesional hoy en día varía mucho en función de los requerimientos de su puesto de trabajo y su actividad laboral. Por otro lado, su disponibilidad y sus objetivos también generan diferencias en la manera en la que idealmente aprenderá mejor a defenderse en el idioma.
Lo que sí es seguro es que hay una serie de factores comunes en la formación de idiomas a profesionales que, desgraciadamente, se suelen pasar por alto. La importancia de la motivación, del establecimiento de unos objetivos claros y de un seguimiento del progreso son, por ejemplo, aspectos fundamentales que deberían incluirse en cualquier metodología de enseñanza.
Por otro lado, la adecuación de los contenidos es otro de las características que deberían primar en cualquier plan de formación de este tipo. Los temas a tratar deben ser abarcar las habilidades más demandadas en el mundo empresarial actual y centrarse en los contextos típicos del mercado global. No basta con clases genéricas sobre «inglés para los negocios» o «hablar en público», hoy por hoy ya es necesario incluir destrezas como las de la comunicación entre culturas y en situaciones como el networking internacional.
Es decir, que en la formación de idiomas, forma y contenido deben ir de la mano, ajustarse a las necesidades del mundo actual y tener en cuenta las dificultades específicas de los profesionales. No existen los métodos mágicos ni los programas milagrosos, sólo se alcanzará el éxito apostando por la especialización, la seriedad y, por supuesto, el esfuerzo.