Renovarse o morir
La mayoría de nosotros pasamos nuestros años de estudiante deseando que se acaben. Queremos que llegue el momento de olvidarnos de las clases, los apuntes, los deberes y los temidos exámenes. Tal vez por eso, una vez que hemos conseguido hacernos con un sitio en el mundo laboral, nos resulta difícil plantearnos retomar cualquier clase de estudio o formación.
¿Es por pereza? Puede ser, pero también influye la falta de tiempo, la desmotivación y, sobre todo, la sensación de que llega un momento en nuestras vidas en el que formarse “ya no sirve de mucho”.
No podríamos estar más equivocados. Varios estudios han demostrado que la formación en adultos tiene un sinfín de beneficios y que, además, estas ventajas no solo atañen a aquellos que la reciben.
Si nos centramos en la formación de empleados, estos beneficios se multiplican, ya que también son las empresas las que se ven recompensadas por el esfuerzo. Tanto es así que actualmente las compañías más innovadoras no dudan en impulsar sus políticas de formación como una estrategia de negocio más dentro de su plan empresarial.
Las grandes empresas son conscientes de que la formación de empleados es fundamental para el crecimiento de la compañía. Por eso, aunque hasta hace poco se miraba más por el beneficio social de cara al trabajador, lo cierto es que cada vez se hace más patente que el retorno de la inversión debe ser la razón fundamental para promover este tipo de prácticas dentro de la empresa.
Y es que ya sea por iniciativa personal o empresarial, apostar por la formación en la edad adulta siempre tiene recompensa:
Beneficios personales
- Desarrollo personal
El aprendizaje en edad adulta nos ayuda a sentir que progresamos, que nunca dejamos de avanzar, de conocer y experimentar cosas nuevas, lo que nos reporta un indiscutible bienestar personal. - Progreso profesional
Es incuestionable el valor que puede adquirir la formación en nuestro currículum. Cualquier nuevo aprendizaje aumenta nuestras habilidades, nuestra capacidad profesional y puede mejorar nuestra posición laboral de forma significativa. - Mejora de la salud
Son muchas las investigaciones que apuntan hacia los beneficios que la formación aportan a nuestra salud. El cerebro es un músculo y, en este sentido, de la misma forma que entrenamos nuestro cuerpo para mantener la firmeza y no perder flexibilidad, nuestras neuronas también necesitan nuevos estímulos para no “atrofiarse”.
Beneficios empresariales
- Mejora de la productividad
Cuando un empleado se sigue formando, sigue mejorando. Esto implica que sabrá hacer mejor su trabajo, gestionar mejor su tiempo y optimizar sus tareas. En este sentido, el aumento de la productividad se hace patente. - Mejora de la competitividad
Para competir en el mercado actual, lo que realmente puede marcar la diferencia entre una empresa y otra es su personal. De los empleados, de su capacidad y de sus habilidades, depende el éxito o el fracaso de todo el negocio. - Adaptación a los cambios
En un entorno en constante transformación como el empresarial, es fundamental tener todas las herramientas necesarias para adaptarse e incluso anticiparse a los cambios. Para ello, la formación continuada y estratégica de los profesionales es fundamental.
En realidad esta lista de beneficios es interminable. Queda en manos de las empresas y de los profesionales saber aprovecharlos todos al máximo. Para ello, el primer paso es apostar por un Plan de Formación de calidad, que responda a sus objetivos y a sus necesidades.
Después de todo, se trata de “renovarse o morir”, ¿tú qué eliges?